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Hipnosis - LOCURA, ESQUIZOFRENIA, OBSESIONES Y POSESIONES ESPIRITUALES:

LOCURA, ESQUIZOFRENIA, OBSESIONES Y POSESIONES ESPIRITUALES:

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Fecha: 2013-07-08 03:30:50
La neurosis es una enfermedad caracterizada por trastornos psíquicos y nerviosos sin lesiones orgánicas, de los cuales el enfermo es consciente, factor que lo diferencia de los enfermos de locura o esquizofrenia.

La alucinación es una sensación de estar ocurriendo algo que los sentidos no captan. El individuo siente que oye, sin haber sonidos que impresionen al oído; que ve, aunque sus ojos estén cerrados; que lo tocan, aunque físicamente no haya nadie más; que huele, aunque no lleguen olores a su nariz. Tales estados de incoherencia mental pueden generar en el individuo alteraciones de tipo cognoscitivo, afectivo y de comportamiento social.
La mediumnidad es el don que tienen algunas personas de percibir y permitir conscientemente la manifestación de los Espíritus. Puesto que los síntomas o características de la comunicación son similares a los de una esquizofrenia, esta capacidad es un don que cuesta mucho trabajo administrar. No es raro que individuos completamente normales sean tratados como locos hasta por sus familiares, sencillamente porque perciben cosas que otros no pueden percibir.

Rosemary Altea, médium y escritora prestigiosa, narra lo siguiente de su vida en el libro:
El águila y la rosa:

\"Según mi madre, he sido rara desde muy pequeña, tanto que en ocasiones llegó a creer que acabaría ingresada en el hospital psiquiátrico de la ciudad... Recuerdo que ya durante los primeros años de mi vida por las noches veía rostros desconocidos, aterradores. A mi me parecía que surgían de la oscuridad para mirarme de un modo amenazador. Oía el murmurar de algunas voces pero nunca entendía bien lo que decían... Crecer fue un sufrimiento. Siempre estaba asustada, no me atrevía a contar lo que me pasaba y, como era tímida y sensible por naturaleza, a medida que pasaban los años la confianza en mí misma fue disminuyendo y me volví más apocada\".

No fue fácil para Rosemary aceptar que poseía un don de comunicación con los Espíritus, pero las evidencias pudieron más y derribaron sus temores y recelos. En ese misterioso mundo halló al Espíritu que se identificó como Águila Gris, un guía espiritual que le brindó la fuerza para soportar unas experiencias y el valor para enfrentarse a una labor dedicada al bienestar de los demás.

Volviendo a lo de las alucinaciones, éstas pueden tener origen en el propio sujeto, caso en el cual se les denomina esquizofrenia, o en la energía psíquica proveniente de otras personas o Espíritus obsesores, para los cuales el cerebro actúa como una antena de radio.

La esquizofrenia debe ser tratada con los métodos psicológicos y psiquiátricos tradicionales, mientras que la obsesión se debe manejar con la terapia del arrepentimiento y del perdón, tal como explicaremos más adelante.

Es difícil distinguir cuándo es esquizofrenia y cuándo se trata de una obsesión, pues en ambos casos el sujeto puede experimentar frecuentes alucinaciones auditivas, visuales o somáticas.

La Esquizofrenia reacciona a los medicamentos y no se puede observan la sanación a simple vista, misma que puede tardar años en llegar.
La segunda reacciona a la terapia del perdón y del amor y puede sanar en minutos.
Cuando una obsesión es severa, al punto de causar trastornos de salud, se le denomina posesión.

Las alucinaciones auditivas son percibidas en forma de voces cortas persistentes y obsesivas a lo largo del día, usualmente en forma de diálogos críticos, acusatorios, insultantes, amenazantes, burlones o imperativos, que proceden de lugares distantes o cercanos, tal como el propio cuerpo, el techo, las paredes, aparatos específicos u otras personas.

Tales voces se pueden referir al sujeto como \"usted\", \"tú\", \"vos\" o \"él\". Es usual que el sujeto manifieste una conducta acorde con tales alucinaciones, y asuma actitudes de escucha o establezca soliloquios (monólogos o discursos a sí mismo). También puede obedecer las órdenes que dice escuchar, u oponerse en forma activa a ellas.

Al igual que una esquizofrenia, una obsesión puede generar perturbaciones en el organismo y de las facultades mentales de la víctima, produciendo en ella apatías sin motivo, desequilibrios sentimentales, depresiones, intentos de suicidio, deseos de matar, y hasta alejamiento de sus amistades. También puede hacerle sentir, sin causa aparente, escalofríos y frecuentes dolores en la cabeza, migrañas o dolores en el cuerpo, los cuales pueden llegar a transformarse en verdaderos males orgánicos.

La persona poseída puede asumir actitudes discordantes, como volverse agresivas y místicas, fanáticas, bipolares, o explotar contra sus amistades y familia por niñerías y boberías, de lo cual se arrepienten luego. También puede rechazar la oración y lanzar palabras de blasfemia cuando se le menciona a Dios.

En tal intervalo puede perder la noción de la lógica, del ridículo y el discernimiento, acatando y aceptando como directrices las sugerencias que se le incorporan, aunque sean disparates.

Aunque no es común, también pueden exteriorizar síntomas de agresión física, tal como aparición espontánea de arañazos o ralladuras en el cuello, el pecho, la espalda, las piernas o los brazos, algunas veces hasta con rastros de sangre, cosa que el médico francés Charcot también lograba producir por sugestión hipnótica en sus pacientes.

Puesto que suponemos al Espíritu como una energía sin limitaciones de espacio, estos fluctúan como las ondas de radio y creemos que no ocupan realmente un solo lugar Físico donde se establecen, pero Suponemos que la víctima actúa simplemente como una antena de radio que capta la acción del Espíritu obsesor.

Los malos espíritus pululan en torno de la Tierra a causa de la inferioridad moral de sus habitantes. Su acción maléfica forma parte de las calamidades que asolan a la Humanidad.
La obsesión, es uno de los efectos de esta acción y debe considerarse, al igual que las enfermedades y las demás tribulaciones de la vida, una prueba o una expiación y como tal debe ser aceptada.

La obsesión es entonces la acción persistente que un mal espíritu ejerce sobre un individuo. Presenta caracteres muy diferentes, desde la simple influencia moral, sin signos exteriores notables, hasta el desequilibrio completo del organismo y las perdida de las facultades mentales.

Así como las enfermedades son el resultado de las imperfecciones físicas que hacen al cuerpo accesible a las influencias perniciosas exteriores, la obsesión es siempre el resultado de una imperfección moral que atrae a los espíritus.

A una causa física, se opone una fuerza física; a una causa moral, se opone una fuerza moral. Para preservarse de las enfermedades, se fortifica el cuerpo; para prevenir la obsesión, hay que robustecer al alma, razón por la cual el obsesor necesita trabajar en su propio mejoramiento, lo que suele bastar para liberarse del obsesor sin el concurso de otras personas. Esa ayuda se hace necesaria cuando la obsesión degenera en subyugación y en posesión maligna, ya que entonces el enfermo pierde su voluntad y su libre albedrío para manejar su vida.

La obsesión es casi siempre el móvil de venganza de un espíritu, y generalmente se origina en las relaciones que ambos tuvieron en una existencia anterior de vidas pasadas.

En el caso de una obsesión grave, la victima está rodeado, e impregnado de un fluido espiritual pernicioso que neutraliza el efecto de los fluidos propios de su víctima rechazándolos orgánicamente. Es necesario, pues, liberarlo de ese fluido periespiritual que no puede ser expulsado por otro de la misma naturaleza. Mediante una acción análoga a la del médium curativo en los casos de enfermedad, hay que expulsar el fluido maléfico con la ayuda de un fluido mejor. Esta acción, casi mecánica, no es siempre suficiente.

Es preciso también, en casi todos los casos, influir sobre el ser inteligente. Para ello es necesario hablar con autoridad, con esa autoridad que sólo depende de la superioridad moral: cuanto más grande sea ésta, mayor será la autoridad.

Más no todo radica en eso: para asegurar la liberación del enfermo hay que lograr que el espíritu perverso renuncie a sus malos propósitos. Debe nacer en él el arrepentimiento y el deseo de hacer el bien, y esto se logra con la ayuda de instrucciones hábiles, con evocaciones especiales que tiendan a su educación moral. Entonces se tendrá la doble satisfacción, la de liberar a un encarnado y de convertir a un espíritu imperfecto.

La tarea se hace más fácil cuando la víctima de la obsesión, comprende su situación y ayuda con la fuerza de voluntad y con sus plegarias para liberarse de esta energía espiritual. Pero No sucede lo mismo cuando, seducido por el espíritu tramposo, se crea ilusiones sobre las cualidades de su dominador, complaciéndose con las maldades en que éste le sumerge, ya que entonces, en lugar de ayudar, rechaza toda asistencia.
Este es el caso de la fascinación, siempre mucho más rebelde que la subyugación y más violenta (El Libro de los Médiums, cap. XXIII: “De la obsesión”.)

En todos los casos de obsesión, la plegaria es el auxiliar más poderoso para influir sobre el espíritu obsesor.

En la obsesión, el espíritu obra exteriormente con el auxilio de su periespíritu, que se liga con el del encarnado. Éste último se encuentra como atrapado en una red y obligado a actuar en contra de su voluntad.

En la posesión, en vez de actuar exteriormente, el espíritu libre reemplaza al espíritu encarnado: toma por morada el cuerpo del encarnado, pero éste no lo deja por ello definitivamente, ya que ha de permanecer ligado a él hasta su muerte. La posesión es siempre momentánea e intermitente, porque un espíritu desencarnado no puede ocupar definitivamente el sitio que le corresponde a un encarnado, puesto que la unión molecular entre el periespíritu y el cuerpo sólo se opera en el momento de la concepción.
(Cap. XI, Nº. 18).

El espíritu, en posesión momentánea del cuerpo, se sirve de él como si fuese suyo. Habla por su boca, ve por sus ojos y actúa con sus brazos, como lo hubiera hecho si estuviese vivo. No es como en el caso de la mediumnidad parlante, en la que el espíritu encarnado habla transmitiendo el pensamiento del espíritu desencarnado; en la posesión, es ese último el que habla y actúa y, si se le conoció en vida, se reconocerá su lenguaje, las inflexiones de su voz, sus gestos y hasta la expresión de su fisonomía.

La obsesión es producida siempre por un espíritu extraviado o imperfecto.
La posesión, en cambio, con algunas excepciones puede ser ocasionada por un buen espíritu que desea comunicarse, por lo cual, y para impresionar más vivamente a su auditorio, pide prestado el cuerpo de un encarnado, que éste le concede voluntariamente, como si le prestase un traje. En este caso el intercambio se lleva a cabo sin molestias ni malestares, y, durante ese tiempo, el espíritu del encarnado se encuentra en libertad como en el estado de emancipación, manteniéndose, generalmente, a un costado de su reemplazante a los efectos de escucharlo.

Cuando el espíritu posesor es malo, las cosas ocurren de otra manera. No pide prestado el cuerpo, lo toma siempre que el dueño carezca de la fuerza moral para resistir. Lo hace por maldad hacia él, a quien tortura y martiriza de todas las formas posibles, hasta querer su muerte, estrangulándole o empujándole hacia el fuego o cualquier otro peligro. Sirviéndose de los miembros y los órganos del desdichado, blasfema, injuria y maltrata a los que le rodean, mostrándose protagonista de actos excéntricos con todos los caracteres de la locura.

Los hechos de este tipo presentan diferentes grados de intensidad y son numerosos: muchos casos de locura no tienen otro origen. A menudo se suman a ello desórdenes patológicos que son impotentes en tanto subsista la causa generadora.

El Espiritismo, al dar a conocer esta fuente de tantas miserias humanas, indica también el medio para remediarla: actuando sobre el autor del mal, quien, siendo un hecho inteligente, debe ser tratado tambien con inteligencia.

La obsesión y la posesión son generalmente individuales, pero también pueden ser epidémicas. Cuando una legión de espíritus se abate sobre una localidad, ocurre lo que cuando es invadida por ejércitos enemigos. En tales casos, el número de individuos afectados puede llegar a ser considerable.

Una epidemia de este tipo azotó hace muchos años al pueblo de Morzine, en Saboya, cuya publicación se presentó en la Revista Espírita de diciembre de 1862 y mayo de 1863 con el título de “Estudios sobre los posesos de Morzine.
Causa de la obsesión y medios de combatirla”). [N. de A. Kardec.]

El conocimiento del espiritismo allí hará predominar la buena influencia sobre la mala fe, esto es, los Espíritus curadores y consoladores, atraídos `por los fluidos simpáticos, que substituirán la maligna y cruel influencia que azota a aquella población.

El Espiritismo y La Hipnosis Clínica Reconstructiva, están llamados a prestar grandes servicios a la humanidad, Pues ambos serán los sanadores de los males cuya causa antes era desconocida y ante las cuales la ciencia médica aún continúa impotente.
Ambos sondearán las llagas de lo espiritual y las enfermedades raras y en algunos casos hasta mortales y les suministrarán el bálsamo de alivio reparador; con terapias de Amor y Perdón, que tornaran a los hombres en mejores seres humanos, y apartando de ellos a los Espíritus imperfectos, enfermos y obsesores atraídos por los malos pensamientos, karmas de vidas pasadas y/o por los vicios del mundo moderno: Dígase tambien la falta de espiritualidad, el alejamiento de los buenos valores y costumbres, la autorización de los abortos, pero sobre todo la falta de fe y los rezos a Cristo, Jesús, Dios o como lo quieras llamar: , Señor, Padre, Buda, Krishna, Shiva, Alá, Gran Arquitecto del Universo, Prana o Energía Universal.

Si todos los hombres fuesen buenos, los Espíritus violentos se apartarían de ellos porque no podrían inducirlos al mal. La presencia de los hombres de bien los hace huir. La de los hombres viciosos los atrae, al paso que se da lo contrario con los buenos Espíritus. Así, sean buenos, si deseáis tener a vuestro alrededor a los buenos Espíritus.”

Como percibimos en este presente, los fenómenos de este tipo se muestran tambien actuales. Importa, por tanto, que, delante de tan ilustres afirmaciones pertinentes a la temática, abstengámonos de responsabilizar solamente a los Espíritus momentáneamente inmersos en las sombras por todos los sinsabores e infortunios que nos suceden en la existencia, reconociendo que el proceso obsesivo es un fenómeno de sintonía, sobretodo mental, en donde ondas semejantes se entrelazan y atraen, haciendo que los afines se juntes por circunstancias causales.

Para la Doctrina Espirita el esclarecimiento de los encarnados, el amparo y consuelo a los espíritus desencarnados en sufrimiento podrían calmar las cosas sin mayores explosiones.

En las regresiones practicadas a nuestros pacientes, hemos visto correspondencia entre el hecho que motivó la obsesión y la parte del cuerpo afectada. Por ejemplo, si una persona sufre de dolores extraños en una pierna, es posible que esté siendo perturbado por un Espíritu que, en una supuesta vida pasada o en la vida más reciente en que murió, fue maltratado a las patadas o quizás murió en un accidente automovilístico con golpe en la pierna precisamente; es como si el aura energética se afectara de alguna manera, haciéndose más débil en el miembro afectado, para el acto de desamor, el obsesor ataca precisamente por allí en los sentimientos del corazón.

Nos ponemos propensos a una obsesión cuando nos dejamos dominar por el miedo, las bajas pasiones, el licor, las drogas, las maldiciones lanzadas al prójimo, las injurias, y las prácticas de supersticiones, ritos satánicos, brujerías y obscurantismo, ya que las defensas del organismo se bajan y la mente queda a merced de las sugestiones perniciosas y la influencia de los pensamientos de los Espíritus encarnados o desencarnados que nos quieren perturbar.

La obsesión es pues, el dominio que los malos Espíritus ejercen sobre ciertas personas, con el fin de enseñorearse de ellas y someterlas a su voluntad por el placer que experimentan causando daño.

Cuando un Espíritu bueno, o malo, quiere obrar sobre un individuo, lo envuelve, digámoslo así, con su periespíritu cual si fuere una capa superficial; entonces, compenetrándose los dos fluidos, los dos pensamientos y las dos voluntades se confunden, y el Espíritu puede entonces servirse de ese cuerpo como del suyo propio, haciéndole obrar a su voluntad, hablando, escribiendo o dibujando tal como lo hacen los médiums.

Si el Espíritu es bueno, su acción es dulce, benéfica y no hace hacer sino cosas buenas; si es malo, las hace hacer cosas malas. Si es perverso e inicuo, arrastra a la persona cual si la tuviera dentro de una red, paraliza hasta su voluntad, y aún su juicio, el cual apaga bajo su fluido como cuando se apaga el fuego con un baño de agua; le hace pensar, obrar por él; le obliga a cometer actos extravagantes a pesar suyo; en una palabra, le magnetiza, le produce la catalepsia moral, y entonces el individuo se convierte en ciego instrumente de sus gustos.

Es necesario observar que en este estado, el individuo tiene a menudo conciencia de que lo que hace es ridículo, pero esta forzado a hacerlo como si un hombre más vigoroso que él, le hiciera mover contra su voluntad, sus brazos, sus piernas y su lengua y todo su cuerpo, incluso sus acciones y su propia fuerza de voluntad.

Como en todos los tiempos han existido Espíritus, ya desde la antigüedad se tenía el conocimiento de este fenómeno y se llegaba a saber del gran número de personas que eran obsesadas y/o poseídas, claro que antes no se sabía mucho de ellos incluso hasta en nuestros días, sin embargo todavía existe mucha ignorancia al respecto, pues la doctrina espiritista aun no es muy conocida,. hoy en nuestros días todavía existen muchas personas escépticas que no creen en estos fenómenos o que nunca han oído hablar nunca de los Espíritus ni de los médiums.

La acción de los Espíritus, buena o mala, es, pues, espontánea; la de los malos produce un sinnúmero de perturbaciones en la salud, en la economía, en lo moral y aun en la física, porque ignorando la verdadera causa es atribuida a causas de enfermedades erróneas.

Los malos Espíritus son enemigos invisibles y muy peligrosos, cuanto menos su acción se ha sospechado hasta nuestros días pero aún la sociedad de muchos países no se lo cree ni se le da la importancia que debería tener.

Habiéndolos descubierto la doctrina espiritista, esta, viene a revelar una nueva causa de ciertos males que azotan a la humanidad. Conocida la causa, no se procurará combatir el mal por el mal, si no que se deben concretar medios más eficaces para poder ayudar a estas personas que se encuentran poseídas o están obsesas por las energías espirituales.

El Espiritismo no ha traído los malos Espíritus; ha descorrido el velo que los cubría y ha dado los medios de paralizar su acción y, por consiguiente, de alejarlos. No ha traído, pues, el mal, puesto que éste siempre ha existido; al contrario, ha traído el remedio al mal, al mostrar la causa.

Una vez reconocida la acción del mundo invisible, se tendrá la clave de una infinidad de fenómenos incomprensibles; y la ciencia, enriquecida con esta nueva luz, verá abrirse delante de ella nuevos horizontes.

¿Cuándo llegará esto? Cuando no se profese más el materialismo, pues el materialismo detiene su vuelo y le pone una barrera insuperable.

Habiendo malos Espíritus que obsesan y buenos que protegen, se preguntarán si los malos Espíritus son más poderosos que los buenos.

No es el buen Espíritu el que es más débil, es que no es bastante fuerte para sacudirse la capa que le ha sido echada encima, para desasirse de los brazos que le oprimen y entre los cuales, preciso es decirlo, algunas veces se halla complacido. En este caso, es comprender que el buen Espíritu no puede ocupar ese lugar, puesto que se prefiere a otro.

Admitamos ahora el deseo de desembarazarse de esa envoltura fluídica, de la cual esta compenetrada con la suya, como un vestido o un abrigo, a veces el deseo no bastaría. La buena voluntad no siempre será suficiente.

Se trata de luchar con un adversario fuerte; pues cuando dos hombres luchan cuerpo a cuerpo, el que tiene más fuerza muscular es el que da en tierra con el otro.

Con un Espíritu es preciso luchar, no cuerpo a cuerpo, sino Espíritu a Espíritu, y en este caso también vence el más fuerte; aquí la fuerza está en la autoridad que se puede tomar sobre el Espíritu, y esta autoridad está subordinada a la superioridad moral.

Esta superioridad es como el sol que disipa la niebla con el poder de sus rayos.
Esforzarse en ser bueno y ser mejor, si se es ya bueno, purificarse de las imperfecciones, en una palabra, elevarse moralmente lo más posible: tal es el medio de adquirir el poder de mandar a los Espíritus inferiores para separarlos; de otro modo se ríen de vuestros mandatos. (El Libro de los Médiums, Allan Kardek Nº 252 y 279).

Ahora bien; se dirá, ¿por qué los Espíritus protectores no les mandan retirarse? Sin duda pueden hacerlo y algunas veces lo verifican; pero permitiendo la lucha, dejan también el mérito de la Victoria; si permiten el desembarazarse de ellos a personas merecedoras, hasta cierto punto, de su apoyo, es para probar su perseverancia y hacerles adquirir más fuerza en el bien, que para ellas esto es una especie de gimnasia moral.

Ciertas personas, sin duda, preferirían otra receta más fácil para arrojar los malos Espíritus, como por ejemplo, el decir ciertas palabras o hacer ciertos signos, lo cual sería más cómodo que corregirse de los defectos.
Lo sentimos, pero no conocemos ningún otro procedimiento para vencer a un enemigo cuyo ser es más fuerte que él.

Cuando se está enfermo, es menester resignarse a tomar una medicina, por amarga que sea; pero también cuando se ha tenido el valor de beberla, ¡qué bien se encuentra uno y que fuerte se es! Es necesario, pues, persuadirse de que no hay, para llegar a ese fin, ni palabras sacramentales, ni formulas, ni talismanes, ni signo material alguno.

Los malos Espíritus se ríen de ellos y se complacen a menudo en indicarlos, y tienen siempre cuidado de llamarlos infalibles para mejor captarse la confianza de aquellos de quienes pretenden abusar; porque entonces, estos, confiando en la virtud del proceder, se entregan a él sin temor.

Antes de esperar dominar a los malos Espíritus, es menester dominarse a sí mismo.
De todos los medios para adquirir fuerza para conseguirlo, el más eficaz es la voluntad secundada por la oración; la oración de corazón, se entiende, y no palabras en las cuales toma más parte la boca que el pensamiento.

Es menester tambien rogar a nuestro ángel guardián y a los buenos Espíritus que nos asistan en la lucha; pero no basta pedirles que aparten a los malos Espíritus, es necesario acordarse de esta máxima, ‘Ayúdate, y el cielo te ayudará’, y pedirles, sobre todo, la fuerza que nos falta para vencer nuestras malas inclinaciones, que son para nosotros peores que los malos Espíritus, pues estas inclinaciones son las que los atraen, como la corrupción atrae a las aves de rapiña.

Rogar por el Espíritu obsesor, es devolverle bien por mal, y esto es ya una superioridad. Con perseverancia se acaba, en las más de las veces, por guiarlo de nuevo a mejores sentimientos y se consigue hacer de él un perseguidor a un agradecido.

En resumen, la oración ferviente y los esfuerzos serios para mejorarse, son los únicos medios de alejar los malos Espíritus, los cuales reconocen a sus maestros, en aquellos que practican el bien, mientras que las formulas les causan risa, la cólera y la impaciencia los excitan.

Es menester cansarlos mostrándose más paciente que ellos. Pero algunas veces sucede que la subyugación aumenta hasta el punto de paralizar la voluntad del obsesado y no puede esperarse de su parte ningún concurso ni apoyo serio.

Es preciso decir también que se achaca a Espíritus extraños malos hechos, de los cuales son inocentes: ciertos estados de enfermedad y ciertas aberraciones que se atribuyen a una causa oculta, son algunas veces simplemente causa del Espíritu del individuo.

Las contrariedades que más ordinariamente se han concentrado en sí mismo, los pesares amorosos, sobre todo, han hecho cometer muchos actos excéntricos que se haría mal, en darles el carácter de obsesiones. Muchas veces se es obsesor de sí mismo.

Añadiremos, en fin, que ciertas obsesiones tenaces, sobre todo en personas que las merecen, forman algunas veces parte de las pruebas a las que están sometidas.
\"Y aun algunas veces sucede también que la obsesión, cuando es simple, es una tarea impuesta al obsesado, el cual debe trabajar para el mejoramiento del obsesor, como un padre para el de un hijo vicioso\".
(Recomendamos de nuevo, para más detalles, El Libro de los Médiums DE Allan Kardek)

La oración como ya dijimos es generalmente un poderoso medio para ayudar a liberar a los obsesados; pero no es la oración de palabra, dicha con indiferencia y como una formula trivial, que puede ser eficaz en caso semejante: es necesario una fervorosa oración, que al mismo tiempo sea una especie de magnetización mental; por el pensamiento se puede dirigir sobre el paciente una corriente fluídica saludable, cuya potencia está en razón de la intención. La oración no tiene, pues, solamente por efecto el invocar un socorro extraño, sino también el ejercer una acción fluídica.

Lo que una persona no puede hacer sola, muchas personas unidas de intención en una oración colectiva y reiterada, lo pueden casi siempre, porque la potencia de acción aumenta con el número.

La ineficacia del exorcismo, en el caso de posesión, está probada por la experiencia, y está probado que la mayor parte de las veces en lugar de disminuir el mal, lo aumenta. La razón de esto es que la influencia está enteramente en el ascendiente moral ejercido sobre los malos Espíritus y no en un acto exterior, cuya virtud consiste en palabras y signos.

El exorcismo consiste en ceremonias y utilizar fórmulas de las cuales se ríen los malos Espíritus, mientras que ceden ante la superioridad moral que se les impone; ven que se les quiere dominar por medios impotentes, y esto los hace hacerse más fuertes, y así redoblan sus esfuerzos; son como el caballo asombradizo que arroja por el suelo al jinete inhábil y se rinde cuando encuentra uno firme y experto; aquí pues, el fuerte es el hombre de más puro corazón, porque a él, le oyen más los buenos Espíritus.

Lo que un buen Espíritu puede hacer sobre un individuo, muchos Espíritus pueden hacerlo simultáneamente sobre varios individuos y dar a la obsesión, un carácter epidémico como ya vimos con anterioridad.
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Una nube de Espíritus puede invadir una localidad y manifestarse en ella de diversos modos. En una epidemia de esta especie se encontraban en Judea en tiempo de Cristo; pues Cristo, por su inmensa superioridad moral que tenía sobre los demonios, o malos Espíritus, tal autoridad que le bastaba mandarles retirar para que lo hicieran, y no empleaba para esto ni signos ni formulas.

Así pues el Espiritismo está fundado en la observación de hechos, resultado de las relaciones entre el mundo visible y el invisible.

Estos hechos, como están en la naturaleza, se han producido en todas las pocas; y tiempos, mismos casos que abundan es en los libros sagrados de todas las religiones, porque han servido de base a la mayor parte de las creencias.

Si la Biblia y los Evangelios ofrecen tantos pasajes obscuros, es por falta de comprensión, los cuales han sido interpretados en sentidos tan diferentes; el Espiritismo es la clave que debe facilitar su comprensión.


PRINCIPALES CAUSAS DE UNA OBSESION Y POSESION ESPIRITUAL:

1.- El obsesor vivió falto de amor y en la más completa soledad en su vida material anterior, y al morir, en vez de seguir su proceso hacia la dimensión correspondiente, anduvo errante hasta encontrar un cuerpo y compañía que lo aceptó consciente o inconscientemente.

2. El obsesor busca la manera de conectarse psíquicamente con alguna persona que tenga vicios y temperamentos afines, para participar de alguna manera en sus vivencias (como quien disfruta viendo una película de odio, de acción o de sexo).

3. El obsesor sigue amando a la persona o está dominado por los celos y hace todo lo posible por evitar que la víctima sea feliz con otro.

4. El obsesor no ha podido superar la envidia, o está empeñado en un proceso de venganza por ultrajes que le fueron ocasionados anteriormente por el Espíritu de la víctima.
Este es un alma endurecida que después de la muerte sigue odiando y se venga por los tormentos que sufre pues no está dispuesto a perdonarle las molestias que aquél le haya causado.

5. El obsesor es un espíritu con actitudes místicas; cree estar en la luz y que su misión es ayudar a la víctima para que sea feliz, pues la orienta, la cuida y protege por la conexión de amistad, amor o pasión que existe entre ellos (víctima y obsesor).
En este caso, es difícil de convencerle al espíritu de que se aleje y continúe su proceso en la luz.

6. El obsesor todavía no ha aprendido que no debe incorporarse a un cuerpo ajeno que no le pertenece, pues desconoce las consecuencias de sus actos.


LA HIPNOSIS CLINICA REGRESIVA ES UN REMEDIO INFALIBLE Y EFICAZ PARA LIBERAR A LAS PERSONAS DE ESTOS FENOMENOS DE OBSESION Y POSESION ESPIRITUAL
 
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